La vida todo el tiempo nos da señales, llamados de alerta o pequeñas invitaciones
a estar más atentos, a que algo debe cambiar o algo está por comenzar.
Algunas señales vienen de afuera y otras nos las envía nuestro propio cuerpo.
Hace algunas semanas, estuve de viaje por Londres.
Una de esas tardes decidí salir a caminar bajo la lluvia. Al comienzo fue un paseo totalmente calculado; necesitaba aclarar algunas ideas y apaciguar la voz del juez interno que ese día tenía ganas de joderme.
Se me venia a la cabeza todo el tiempo la idea de retomar este espacio donde poder compartir aquello que estudié y que aprendí con tanta devoción.
Pero a la vez, se me aparecía nuevamente esa voz que intentaba boicotearlo todo.
Las inseguridades, los miedos a equivocarme, la llegada -o no- que pueda tener, se sumaban al cansancio de seguir postergando y esperando el momento “ideal”, la pagina web “ideal”, un Instagram “ideal” y así mil cosas...
De pronto me topé con este cartel recostado en el suelo, que -de haber sido de otro modo-, seguramente no lo hubiera visto, ya que iba caminando con la cabeza gacha, inmersa en mi mundo, pensando en todas las posibilidades que implicaba retomar mis proyectos.
Y el mensaje a todo esto no podía ser más claro:
"GO"
como señal que me estaba invitando a la acción e impulsando a avanzar.
Y acá voy... luchando cada día con ese juez perfeccionista y crítico.
Cada tanto se vuelve mas insistente y es cuando mas alerta debo estar para no dejar que termine decidiendo por mi y manejando mi vida, dejándome en la inacción, procrastinando cada sueño y cada proyecto.
Cuando me vuelven las dudas y las inseguridades, salgo a dar un paseo y pienso:
“¿si yo no fuera yo, como me aconsejaría?”
y ahí encuentro la respuesta.
También me es de gran ayuda rodearme de personas que me alientan y acompañan en mi proceso sin juzgar, recordándome el por qué estoy aquí y cuál es mi misión.
Por lo tanto, aquí seguiré compartiendo, siempre con amor y respeto.
¿Les ha pasado de tomar en cuenta las señales?
¿Sabemos escucharnos o todavía nos cuesta?
¿Me cuentan?
Un abrazo,
Natalia.
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